El MERCADO DE MOTORES nunca duerme y siempre vuelve

¿Quién teme al MERCADO DE MOTORES en Madrid? El MERCADO DE MOTORES nunca duerme y siempre vuelve


El MERCADO DE MOTORES es una de esas rarezas que uno no sabe si soñó o vivió de verdad. Un lugar donde las bicicletas huelen a nostalgia, los vinilos suenan como caricias, y los trenes —sí, trenes de verdad— se convierten en escenario de conversaciones imposibles. ¿Es un mercado? ¿Un museo? ¿Una feria? ¿Un espejismo retrofuturista? Todo eso y más. Pero también algo que no se puede explicar sin recorrerlo con los cinco sentidos bien despiertos… y el sexto en modo curiosidad máxima.

Origen: ¿Quién Dijo Que Lo Retro Había Muerto En Madrid? MERCADO DE MOTORES – VIAJEROS ONLINE

Hace tiempo, en una de esas tardes de domingo que amenazan con volverse eternas entre sofá, móvil y arrepentimiento, decidí perderme por Madrid. Literalmente. Me subí al metro sin rumbo, como si fuera un adolescente sin plan pero con ansiedad de aventura. Bajé en Delicias, nombre más que apropiado, y seguí a un grupo de jóvenes con pinta de saber a dónde iban. Olían a mercadillo, a vintage, a descubrimiento. Y ahí estaba: el MERCADO DE MOTORES, esperándome como si supiera que ese día necesitaba encontrarlo.

Cruzar sus puertas fue como entrar en otra dimensión. Una especie de cápsula del tiempo donde los años 50 se dan la mano con los 80, los abuelos venden lo que sus nietos revalorizan y los objetos tienen más historias que los influencers. Y todo esto dentro del Museo del Ferrocarril, esa joya ferroviaria que a veces parece olvidada pero que, cuando cobra vida con este mercado, se convierte en el corazón palpitante de la capital más insólita.

Nada está tan vivo como aquello que parecía olvidado”, me susurró una señora que vendía lámparas de latón con forma de piña. Y yo le creí.


El alma retro del MERCADO DE MOTORES se vende, pero no se compra

Este no es un mercadillo más. Aquí no vienes solo a comprar. Vienes a descubrir. O mejor aún, a recordar cosas que ni sabías que habías vivido. Cada puesto parece una escena de película. Hay quien ofrece ropa vintage rescatada de desvanes italianos, otros que convierten viejas cámaras en lámparas con alma, y no falta el típico abuelo sabio que vende juguetes de hojalata como quien ofrece fragmentos de infancia embotellada.

Pero también hay innovación disfrazada de nostalgia. Nuevos creadores que mezclan técnicas del pasado con diseños del futuro. Moda reciclada, arte con alma, ilustraciones que parecen salidas de un cuento y hasta jabones que huelen a la casa de tu abuela en verano. Todo, absolutamente todo, está dispuesto para que te detengas, preguntes, toques, pruebes, y sobre todo, te dejes sorprender.

Lo retro no es pasado, es estilo de vida”, leí en una bolsa de tela que alguien llevaba colgada del hombro. Y no pude evitar sonreír.


Trenes que viajan hacia dentro

Lo más surrealista del MERCADO DE MOTORES es su localización. Nada más y nada menos que el Museo del Ferrocarril de Madrid. Sí, entre locomotoras centenarias y vagones que fueron testigos de despedidas y reencuentros, se monta este festival sensorial una vez al mes. Ahí compras un vestido de los 70 mientras un niño te pasa por al lado subido en una bicicleta de equilibrio. O te tomas una cerveza artesanal mientras una locomotora inglesa de 1910 vigila la escena con dignidad férrea.

No sé si es el vapor de los trenes, el olor a cuero viejo o los acordes en directo de alguna banda folk lo que hace que todo parezca más lento, más denso, más vivo. Pero también más frágil. Como si todo fuera un sueño que puede desaparecer en cuanto dejes de prestar atención.

Hay algo profundamente humano en comprar vinilos al lado de una máquina de vapor. Algo que nos recuerda que el progreso no siempre está en lo nuevo, sino en saber mirar hacia atrás sin nostalgia rancia, con cariño curioso.


El MERCADO DE MOTORES es una pista de baile con olor a infancia

Y si crees que esto es solo para modernillos de estética cuidada y barba hipster, estás muy equivocado. Aquí hay familias enteras, parejas de jubilados, chavales de 20 años y perros de todas las edades. Todo el mundo cabe. Todo el mundo se mezcla. Es un caos armónico donde el vermú fluye como el aceite en una bicicleta bien engrasada y los food trucks compiten por enamorarte con olores indecentes.

En el exterior, el ambiente se vuelve festivalero. Música en directo, copas en vasos de cartón, niños que bailan sin saber que están creando recuerdos. Y sí, también están los que solo vienen a hacerse la foto. Pero incluso ellos, en algún momento, bajan el móvil y se quedan quietos mirando un reloj antiguo, una Polaroid o un cartel publicitario de otra época.

Porque el MERCADO DE MOTORES tiene ese poder: el de obligarte a parar. A mirar. A tocar. A volver a sentir con las manos lo que a veces solo recordamos con el corazón.


Cuando la nostalgia se pone guapa y se convierte en tendencia

Hay algo magnético en este mercado. Una especie de hechizo que no está en los objetos, ni en el lugar, ni en la música, sino en el aire. Un aire denso de pasado, sí, pero también de presente dilatado. Como si todo estuviera ocurriendo en una realidad paralela donde las cosas tienen alma y las personas, tiempo.

Y ojo, que esto no es solo una experiencia estética. También es un escaparate brutal para pequeños creadores que no tienen espacio en los circuitos de consumo habituales. Gente con talento que convierte lo cotidiano en arte, lo usado en útil, lo viejo en bello. Como bien señalan en esta crónica de Viajeros Online, este lugar es un puente entre generaciones, un pacto entre el ayer y el mañana, firmado a ritmo de swing y con olor a cuero antiguo.


“Aquí los objetos no se compran, se adoptan”

Esa frase, dicha por una vendedora de radios antiguas que parecía salida de una novela de Murakami, resume perfectamente el espíritu del mercado. Aquí nadie viene con lista de compras. Se viene a encontrar lo que no sabías que buscabas. A dejarse sorprender. A recordar lo que eras. O lo que podrías haber sido en otra época.

Y eso, en estos tiempos donde todo es inmediato y desechable, es casi un acto de amor.


“El tren que no esperas es el que más lejos te lleva.” (Dicho ferroviario popular)

“Lo vintage no es moda, es memoria bien vestida.” (Atribuido a algún sabio anónimo con gusto)


El futuro será retro o no será

El MERCADO DE MOTORES no es solo una cita mensual, es un refugio para los que creemos que el pasado aún tiene cosas que enseñar. Un rincón de Madrid donde los objetos respiran, los trenes susurran y los domingos se convierten en películas de autor. No es un mercado. Es una declaración de principios. Una celebración del arte de perderse para volver a encontrarse.

Pero también una advertencia: si alguna vez vas, querrás volver. Y si no has ido, algo dentro de ti siente que ya te lo estás perdiendo.

Entonces, dime:
¿Cuánto tiempo más vas a tardar en subirte a este tren?

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