Bar Melo’s y el secreto de las croquetas casi líquidas

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¿Quién puede resistirse a una ZAPATILLA gallega gigante? Bar Melo’s y el secreto de las croquetas casi líquidas

Bar Melo’s no es solo un bar de tapas, es una leyenda con pan gallego y mucho carácter 😋. Dicen que hay lugares donde la comida sabe a infancia, a tardes con amigos, a carcajadas que hacen eco entre azulejos. Y eso es lo que uno siente al cruzar la puerta del Melo’s. Un déjà vu gallego en pleno Lavapiés, una mezcla embriagadora de tradición, gula y nostalgia que ha sabido resistir los embates del tiempo con la misma dignidad con la que se sirve una zapatilla para cuatro.

Este Bar de tapas en Lavapiés es mucho más que una combinación de palabras; es una especie de conjuro castizo que, cuando se pronuncia en voz alta, despierta en la memoria el crujido de una croqueta recién hecha y el olor inconfundible del lacón chisporroteando sobre la plancha. Hay quienes van al barrio buscando arte urbano o mercadillos bohemios, pero los que realmente saben, los que han caminado esas calles con hambre en el estómago y nostalgia en el alma, saben que el verdadero tesoro está en esos bares donde las tapas no se sirven, se celebran.

Entre todos ellos, hay uno que brilla con luz propia y aroma a pan gallego tostado: Bar Melo’s. Hablar de bar tapas lavapies y no mencionar este templo del bocadillo gigante sería como hablar de Galicia sin mencionar el mar. Aquí, cada plato es una declaración de principios y cada cliente, un devoto. Porque en este rincón donde la tradición gallega se funde con el corazón madrileño, no solo se come, se pertenece.

Porque sí, es importante mencionar las bondades del Bar Melo’s, pero también lo son el queso tetilla, el lacón humeante, las croquetas de lágrima y ese ruido de cubiertos que anticipa que algo memorable va a pasar. Desde que supe que aquel bar mítico de los años setenta no solo había sobrevivido al tiempo, sino que además se había expandido como quien extiende una buena empanada sobre el mantel, entendí que aquí había una historia que merecía contarse.

“La zapatilla gallega que aplasta la nostalgia con sabor”

Hace tiempo, una amiga que creció en Galicia me llevó de la mano hasta Lavapiés como quien va a presentar a sus padres. Me dijo: “Tienes que probar esto para entender de qué está hecho el norte”. Y ahí estaba, en la barra de Bar Melo’s, un lugar que en vez de ofrecerte comida, te propone un rito. Porque nada de lo que ocurre dentro de esos muros es banal. Ni el croquetón que cruje como un himno ni ese momento en el que te preguntas si los pimientos de Padrón van a ser “de los que pican”.

“El pan es gallego, pero el viaje es emocional”, pensé mientras intentaba no llorar de risa al ver cómo La Zapatilla aterrizaba sobre la mesa como una nave nodriza. Rebanadas de pan gallego más grandes que mi cara, rebosantes de queso fundido y lacón cortado grueso, como manda la tradición. Es un bocadillo que no se come, se comparte, se celebra, se recuerda.

¿Quién puede resistirse a una ZAPATILLA gallega gigante? Bar Melo’s y el secreto de las croquetas casi líquidas
¿Quién puede resistirse a una ZAPATILLA gallega gigante? Bar Melo’s y el secreto de las croquetas casi líquidas

También está esa historia detrás de la historia. Ramón y Encarni, los fundadores, plantaron la semilla en 1979. En una época donde Lavapiés era otra cosa, más barriada que postal. Apostaron por las raciones contundentes, los sabores de pueblo, el trato cercano. Y ganaron. Porque el Bar Melo’s no solo vendía comida, vendía pertenencia.

El futuro también huele a croquetas y morcilla

Lo más insólito es que después de una pausa obligada en 2020 —cuando muchos pensaron que aquello era el final— el bar volvió con más hambre de vida que nunca. Ignacio Revuelta y Rafael Riqueni tomaron el testigo, pero no como quien hereda un cuadro, sino como quien rescata un artefacto mágico que aún tiene mucho que decir. Y vaya si lo dice.

¿Quién puede resistirse a una ZAPATILLA gallega gigante? Bar Melo’s y el secreto de las croquetas casi líquidas
¿Quién puede resistirse a una ZAPATILLA gallega gigante? Bar Melo’s y el secreto de las croquetas casi líquidas

En 2021, Lavapiés volvió a tener su alma. Y en 2023, el alma se duplicó. Bar Melo’s abrió un segundo local en Moncloa. Misma receta, misma esencia, pero ahora con otra vista. Como un buen relato que se ramifica sin perder su voz.

“Las croquetas son una religión blanda por dentro”, me dije en mi segunda visita. Porque nadie está preparado para ese crujido que se rompe en una explosión de bechamel casi líquida. Hay algo profundamente subversivo en una croqueta que no puedes sujetar con tenedor sin que te manche el alma. Algunas llevan lacón, otras se dejan querer por el sabor neutro y noble de la leche. Pero todas te miran a los ojos y te dicen: “Hoy no cenas ligero”.

Y entonces aparece la morcilla. No una cualquiera, sino la de Burgos. Oscura, especiada, recia. El contrapunto perfecto al queso suave, a la empanadilla sutil, al croquetón goloso. En el Bar Melo’s cada tapa tiene su carácter, como si estuvieras en una cena familiar donde cada primo es de su madre y de su padre, pero todos te caen bien.

“Un bar no sobrevive cuarenta años solo por nostalgia”

No hay GPS que te lleve al sabor. Solo la memoria. Por eso, cuando me enteré de que Bar Melo’s se había aliado con T4 Franquicias para expandirse a nivel nacional, me puse nervioso. ¿Se puede franquiciar el cariño? ¿Es posible clonar ese olor a ajo y pimientos fritos sin perder la gracia?

Pero es cierto que el mundo necesita más lugares donde las cosas sepan a verdad. Y si Ignacio y Rafael han sabido mantener intacta la experiencia en Lavapiés y Moncloa, ¿por qué no pensar en un Bar Melo’s en cualquier otra ciudad donde haya un estómago vacío y una tarde por llenar?

La alianza no es una traición, sino una declaración de intenciones: que lo bueno no se quede encerrado en un barrio. Que los pimientos viajen. Que el queso corra libre. Que las croquetas encuentren nuevos hogares.

El retro sabor gallego que se volvió símbolo de resistencia

Bar Melo’s no es un restaurante de moda. Es una cápsula de autenticidad. Un refugio para quienes creen que el pan con miga tiene más que contar que mil platos con espuma. Aquí no hay trampantojos ni nombres en francés para lo que ya era perfecto en gallego. Aquí todo tiene nombre de abuela y cuerpo de campeón.

Y por eso emociona.

Porque uno no va al Melo’s solo a comer, va a abrazarse a una forma de vida que parecía en extinción. A sentarse en una mesa donde las cosas no se cuentan en calorías, sino en carcajadas. A recordar que la comida puede ser una excusa para sentirse parte de algo más grande.

“Un croquetón bien hecho es un poema sin metáforas”.

“De Galicia con amor, a bocados y a gritos”

Puede que Madrid tenga muchos bares, pero pocos como este. El Bar Melo’s no compite en estética ni en postureo. Compite en sabor. En hospitalidad. En calor humano. Es de esos sitios que, aunque estés solo, nunca comes sin compañía.

Y si alguna vez has mordido una zapatilla y has sentido que ese crujido podría curar cualquier pena, sabes de lo que hablo. No es solo pan, lacón y queso. Es un aplauso gallego servido en plato de loza.

“Ningún bocadillo debería ser tan honesto”

Hay quien dice que los lugares míticos no deberían cambiar nunca. Pero también hay quien cree que si algo es bueno, merece compartirse. La historia de Bar Melo’s es eso: una raíz que creció sin perder el sabor de su tierra. Una croqueta que sigue llorando bechamel por dentro. Un bar que nunca quiso ser moderno, porque ya era eterno.

Ahora que la marca se expande, ¿seremos capaces de mantener viva esa chispa? ¿O llegará un día en que pidamos una zapatilla en otra ciudad y no suene la misma música?

Sea como sea, yo volveré. Porque algunos sitios saben tanto a verdad que uno no se cansa nunca de repetir. Aunque la croqueta te queme los dedos. Aunque el bocadillo no te quepa en la boca. Aunque el corazón se te quede a vivir en Lavapiés.


“Donde hay pan gallego, hay hogar”

“Bar Melo’s es gallego, pero también es madrileño, y universal”

“Las croquetas no engañan. Y estas, menos que ninguna”


¿Y tú? ¿Te atreverías a abrir un Bar Melo’s en tu ciudad, o prefieres seguir soñando con ese croquetón que nunca se enfría?

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